En 1921, en Canadá, Frederick Banting leyó acerca de la asociación entre destrucción del páncreas y diabetes, y se convenció de que podría encontrar la sustancia antidiabética. Persuadió a J.J.R. Macleod, profesor de fisiología en Toronto que entendió el problema y sus dificultades, para que le dejara intentarlo. Macleod le asignó un joven estudiante de medicina, Charles Best, para que trabajara con el, y más tarde (cuando el proceso de secreción y extracción pancreática se demostró difícil) le añadió la colaboración de un profesor visitante, el bioquímico J.B. Collip, gracias a l que obtuvieron unos resultados espectaculares. La idea original de Banting suponía que eran las secreciones externas del páncreas las que destruían la "insulina", de modo que ligó el conducto pancreático, esperó unas semanas hasta que a su parte glandular se atrofiara, y entonces obtuvo un extracto de lo que quedaba. Al final, este proceso lógico fue totalmente ineficaz y la insulina tuvo que obtenerse mediante métodos químicos estandarizados de extracción. Por último, se produjo un extracto que podía probarse en pacientes humanos. Consiguieron unos resultados asombrosos: por primera vez se rebajaron los niveles de glucosa en sangre. Los pacientes jóvenes que estaban muriendo lentamente de diabetes dejaron de padecer aquella sed insaciable, recuperaron las fuerzas y el peso perdido. Fue una transformación milagrosa.
Este fue el principio del tratamiento de la diabetes, algo que los diabéticos y la comunidad científica agradeceremos siempre.
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